En esa época de la vida, el amor ya nos ha herido varias veces, y ya no evoluciona siguiendo sólo sus propias leyes desconocidas y fatales ante nuestro corazón asombrado y pasivo. Venimos en su ayuda, lo falseamos con la memoria, con la sugestión. Al reconocer uno de sus síntomas, nos acordamos de los demás y los hacemos revivir. Como ya poseemos su melodía, grabada totalmente en nuestro ser, no necesitamos que una mujer nos diga cómo es el principio ... para saber como sigue.
(Proust, M. Un amor de Swann)