Dejé de interrogarme sobre el pasado de Jacques; después de todo, si había cometido faltas, la faz del mundo no habia cambiado. Ni siquiera en el presente ya me preocupaba mucho por él; callaba demasiado; ese silencio terminaba por parecerse a la hostilidad. Sin embargo, como me resistía a cualquier renunciamiento, supuse que a su regreso nuestro amor resucitaría.
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Volví a nadar a tientas entre nostalgias , esperas... apenas me había metido en la cama , me derrumbé. Pasé una noche atroz.
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En cuanto me apartaba de él me ponía a esperar nuestro próximo encuentro; todo lo que me ocurría, todo lo que se me cruzaba por la cabeza , se lo destinaba. Cuando habíamos terminado de conversar y trabajábamos juntos, mi corazón se oprimía porque ya nos inclinabamos hacia la despedida: yo no sabía nunca exactamente cuándo volvería a verlo y esa incertidumbre me entristecía; por momentos yo sentía, desamparada, la fragilidad de nuestra amistad. "¡Hoy está Ud. muy melancólica!", me decía afectuosamente Herbaud y se ingeniaba para devolverme el buen humor. Yo me aleccionaba en vivir día a día, sin esperanza y sin temor, esa historia que´día a día sólo me brindaba alegría.
Y la alegría era lo más fuerte.
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