Tuesday, April 28, 2009


Ya no me preguntaba : ¿ Qué hacer? Todo estaba por hacer; lo que antes había deseado hacer:combatir el error, encontrar la verdad, decirla... Necesitaría tiempo, esfuerzos para cumplir aunque sólo fuera una parte de las promesas que me había hecho:pero esto no me asustaba: Nada estaba ganado: todo seguía siendo posible.
Y además acababa de tener una gran suerte: frente a ese provenir, bruscamente ya no estaba sola. Hasta entonces, los hombres que yo había querido eran de otra especie que yo: desenvueltos, escurridizos , un poco incoherentes, marcados por una especie de gracia funesta; imposible comunicarse con ellos sin reservas. Sartre respondía exactamente al deseo de mis quince años: era ese doble en quien yo encontraba, llevadas a la incandescencia, todas mis manías.Con él, siempre podría compartirlo todo.Cuando nos separamos a principios de agosto, yo sabía que nunca saldría de mi vida.
Volví a Paris vestida de luto, el sombrero cubierto de una gasa negra. Pero todos los castaños estaban en flor, el alquitrán se derretía bajo mis pies, yo sentía a través de mi vestido la dulce quemadura del sol.

Así que yo cambié, sí, mi fecha de nacimiento (pero nunca mi nombre, mi piel, mi vida; quiero decir: con todo eso jamás hice trampas, aunque a veces hubiese cambiado mi piel por cualquier cosa, ¡oh sí! incluso por una mazorca de maíz)
Nací con una revolución. Que se sepa, con ese fuego nací, llevada por el ímpetu de la revuelta hasta el momento de ver el día. Me inflamó para el resto de mi vida. De niña, crepitaba. Adulta fui pura llama. Soy hija de una revolución, de eso no hay duda, y de un viejo dios del fuego, que adoraban mis ancestros.
Nací en 1910. Era verano. Pronto , Emiliano Zapata, El Gran Insurrecto, iba a sublevar el sur.
Tuve esa suerte: 1910 es mi fecha.-